Un culto a la inmadurez

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Un culto a la inmadurez

María Rosa Lojo traza un perfil de Witold Gombrowicz a partir de los grandes temas de su obra: la forma, la inmadurez y la desmitificación de las identidades nacionales. El texto, por acá:

http://tiempo.infonews.com/nota/5951/un-culto-a-la-inmadurez

Gombro escribiendo

Witold Gombrowicz (1904-1969) fue uno de los más conspicuos enfants terribles o «chicos malos» de la literatura. Hizo un culto de la «inmadurez»: esa fuerza transformadora de la juventud que aún no está coagulada y encerrada en ninguna forma, y supo burlarse de los clásicos entronizados y reírse de los Grandes Personajes.

Llegó a la Argentina en los preliminares de la Segunda Guerra Mundial y se quedó más de 20 años. Alejado de la que consideraba «literatura oficial» (el Grupo Sur, por el que profesó marcada antipatía), trabó amistad con escritores jóvenes y desconocidos, y con algunos que llegaron a ser muy conocidos, como Ernesto Sábato, que prologó en 1964 una edición de Ferdydurke (publicada en Polonia en 1937).

Otro de sus libros, que escribió ya en la Argentina es Transatlántico (1951), novela sui generis, farsa mordazmente divertida que dispara al corazón de los mitos nacionalistas y la exaltación de sus héroes. Frente al filicidio (Rascovsky dixit) de nuestra cultura occidental, dispuesta a sacrificar a los jóvenes en apoteosis guerreras, se reivindica allí la «Filiatria»: el amor al hijo, el derecho del hijo a la libertad y a la vida. Detrás del héroe (convertido en tirano, como en el hitlerismo) sólo se esconde el terror. Son el miedo y la impotencia los que llevan a la autoafirmación mediante una crueldad que, como la de un dios perverso, se niega a detenerse ante ningún límite.

El vanguardista irreverente que fue Gombrowicz, tan alejado de pretensiones didácticas, sin embargo nos deja en sus obras la huella de un humanismo utópico. Su crítica feroz al estado real de la sociedad esconde, empero, una fe secreta en lo que los seres humanos podrían llegar a ser si abandonaran las formas mecánicas de la cultura y supieran encontrar en sí mismos la fuente más profunda de la creación.