LA POÉTICA DE LA MELANCOLÍA EN KRONOS DE WITOLD GOMBROWICZ, Dominika Świtkowska

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LA POÉTICA DE LA MELANCOLÍA EN KRONOS DE WITOLD GOMBROWICZ

Dominika Świtkowska

Traducción: Bożena Zaboklicka y Pau Freixa Terradas

Observaciones metodológicas

La presente ponencia se propone interpretar Kronos de Witold Gombrowicz como testimonio existencial de valor autobiográfico, desde la perspectiva de la propuesta culturológica de la crítica melancológica,1 así como desde los diagnósticos del psicoanálisis que opera alternativamente con las categorías de melancolía y depresión (Walewska y Pawlik, 1992).

La conocida definición de autobiografía de Philippe Lejeune, que acentúa el carácter retrospectivo de la narración en prosa en la cual un verdadero personaje presenta su destino individual y sobre todo la historia de la propia personalidad (Lejeune, 2001: 1), puede aplicarse en el caso de Kronos, si consideramos su carácter de reconstrucción e intencionalidad (en el sentido de estar dirigido al receptor). En el primer caso, la reconstrucción de la biografía llevada a cabo en Kronos abarca los años 1903-195(2);2 a los apuntes escritos sobre la marcha de los años 195(3)-1969 los acompañan unas reconstrucciones alternativas de carácter retrospectivo que contienen también un resumen anual (publicadas como Tableaux).

En el segundo caso, dejando aparte la cuestión de si el carácter intencional del texto era o no el valor inmanente del diario en el curso de su creación, este le fue atribuido retroactivamente en el momento de la publicación. El deseo de salvar el texto expresado por Gombrowicz, que puede implicar la intención de publicarlo, constituye el marco interpretativo en el cual lo inscribe Rita Gombrowicz, heredera, autora del prefacio y coautora de las notas en Kronos, al justificar su publicación.3

En cuanto diario íntimo del escritor entregado al lector, Kronos permite establecer un pacto autobiográfico en el sentido que le otorga Lejeune. En la presente ponencia se presuponen las implicaciones psicoanalíticas de entender el lenguaje como registro simbólico, al tiempo que se considera que en el pacto autobiográfico el texto queda afianzado por su sujeto, que representa (aunque no lo refleje) el sujeto escindido en el sentido lacaniano, el hombre real (Lacan, 1966: 330). Quedan inalterables los demás determinantes del pacto autobiográfico tal como lo define Lejeune. El placer de la lectura deja aquí su lugar al riesgo personal que conlleva el encuentro con la verdad del Otro (Lejeune, 2001: 14-15), lo cual parece explicar la vehemencia de las reacciones de los lectores, en seguida trivializada y disimulada en la discusión sobre Kronos. Dichas reacciones fueron causadas también por el estilo de Kronos, elíptico y lapidario, que frustra la expectativa de una “narración”; el estilo que –parafraseando a Lejeune– deja al descubierto la intimidad y la asocia con la historia de la personalidad de un modo totalmente nuevo (3).

Las reflexiones del crítico literario francés justifican una lectura interdisciplinaria en relación con un objeto de estudio de valor autobiográfico como este (19).4

En el campo del conocimiento que nos ocupa, un argumento intermedio a favor de la inter o transdisciplinariedad, lo encontramos en la amplia y erudita monografía de Raymond Klibansky, Erwin Panofsky y Fritz Saxl (2009). Al presentar los cambios que se producen en la percepción de la melancolía desde la antigüedad hasta los tiempos modernos, los autores advierten el fenómeno, característico para la literatura, de la eliminación de la separación que es efecto de los seculares intentos de diferenciar la definición (23).5

 

Kronos (connotaciones del título)

Gombrowicz guardaba Kronos en una carpeta de color salmón, con el título escrito a mano, sin ninguna anotación adicional. No es descartable que el hecho de dar a su diario íntimo un título con connotaciones mitológicas coincidiera temporalmente con otro título que Gombrowicz anotó en Kronos, también inspirado en la mitología. Nos referimos a Acteón, título original de la novela Pornografía, anotado por el autor en la nota que resume el año 1956 (Gombrowicz, 2013: 84).6

La connotación principal del título Kronos constituye una ambivalencia. Cronos (llamado Saturno en el mundo latino), figura central en la Antigüedad del mito del Siglo de Oro,7 es al mismo tiempo un dios triste, destronado y solitario, que vive en el límite de la tierra y el mar (Ilíada VIII) (Klibansky y otros, 2009: 157), Señor de prolongado exilio (153).8 Originalmente, como indica Robert Graves (1992: 491), las Columnas de Heracles –que marcaban los límites del mundo conocido y seguro– se denominaban Columnas de Cronos. El Renacimiento consagró la imagen, ya destacada en la Ilíada, de Cronos como divinidad relacionada con el agua y el exilio. Presentado en la iconografía medieval de forma variopinta, ya sea como “humilde campesino, terrible devorador de niños, sabio contable o incluso como triunfante dios del tiempo y orgulloso fundador de urbes” (Klibansky y otros, 2009: 237), queda definido por aquel entonces en los textos, que se amparan en la autoridad de Guido Bonatti (famoso astrólogo del norte de Italia situado por Dante en el infierno [213]), como “accidentalier humidus”. En estos textos se indica que “realizó un largo y lejano viaje por mar” y se le considera “patrón de las personas que viven junto al agua” (213).9 El propio Bonatti afirmaba que Cronos dominaba todo aquello viejo y pesado y, en especial, era Señor de los padres y de los antepasados (240). Ya en la Antigüedad clásica se destacaban como atributos de Cronos la fatiga de la vejez y el anhelo de descanso, propio de la última etapa de la vida humana, y se le ofrecía el séptimo día de la semana. Su función planetaria era el descanso, entendido en el espíritu del Oráculo de Delfos como bendición de los dioses y el más secreto deseo de los mortales, es decir, la muerte (Graves, 1992: 50). El Renacimiento trajo la identificación de la imagen de Cronos con Chronos, característica para los tiempos modernos. Como dios del tiempo es a la vez dios de la destrucción45 y también de la preservación de la verdad y de la fama póstuma. Después de esta última metamorfosis –como advierten los autores de la monografía sobre la melancolía– se convirtió casi en un requisito imprescindible de los grabados en las tapas de los libros y de las alegorías funerarias referentes al pasado perdido, pero evocado por la memoria (Klibansky y otros, 2009: 240-241). El mismo nombre Cronos significa cuervo (lat. cornix, gr. korone); el cuervo, que representaba un elemento atributivo de este dios en la iconografía antigua, se consideraba un ave profética. Según la creencia, en estos pájaros moraban las almas de los reyes ofrecidos en sacrificio (Graves, 1992: 50).

Las diversas connotaciones de la figura de Cronos/Saturno permiten situarla en el dominio de la melancolía, cuyos determinantes, tal como los vemos hoy en día, son la memoria, la alienación, la agresión, el deseo de morir, un estatus excepcional del sujeto y también el binomio sacrificio/pérdida (Bieńczyk, 2002; Hammen, 2004; Hart, 2001). Una variante barroca de esta lista la encontramos en el poema “Descripción de un frontispicio” perteneciente a la Anatomía de la melancolía de Robert Burton (1621). El séquito de Saturno, príncipe de la Melancolía, está formado por una compañía altamente desagradable en la cual destacan la Envidia, la Soledad, el Enamoramiento, la Hipocondría, la Superstición y la Locura (cfr. Burton, 1995: 53-57).

 

Los hijos de Saturno

Tal y como la ambivalencia ha ido quebrando la figura de Cronos, la imagen del melancólico fijada en la cultura aparece como portadora de una ambigüedad inmanente que ha ido adquiriendo a lo largo del tiempo valores contrapuestos. La fascinación de los antiguos por la melancolía, cuyo ejemplo más constructivo, a la vez detallado e inspirador, es el Problema XXX, 1 (la autoría del cual se atribuía a Aristóteles), suscita la pregunta por la melancolía como complemento imprescindible de la existencia del ser pensante; su eco moderno será la vinculación que establece Immanuel Kant entre la melancolía y lo sublime (Klibansky y otros, 2009: 117, 143). Hipócrates asoció de la forma más hábil las ideas relacionadas con esta manera positiva de entender la melancolía en la fórmula lapidaria del libro VI de Epidemia, citada por Constantinus Africanus, un médico del siglo XI que escribió sobre la melancolía: el cansancio del alma está causado por el pensamiento del alma (105). Como miembro de la escuela médica de Salerno, Constantinus Africanus recomendaba el siguiente remedio contra la melancolía: “Se recomiendan conversaciones agradables e inteligentes (…) con música variada y un vino aromático, claro y bien ligero, así como relaciones sexuales, aunque no en exceso” (107). La moderación recomendada por el Africano constituye, sin embargo, la carencia fundamental que define la condición del melancólico y sobre lo cual ya llamaba la atención Aristóteles refiriéndose en el Problema XXX, 1 a la falta de continencia y al desenfreno de los melancólicos (esto atañe también a la falta de control sobre la propia memoria, lo cual señala una diferencia interesante entre la manera antigua y contemporánea de ver al hombre) (54). Las imágenes repugnantes de los calendarios populares en la temprana Edad Moderna destacaban la cuestión de la inmoderación de los melancólicos como condición sine qua non10 de las personas consideradas caprichosas y pasionales,11 inclinadas a la exageración tanto en la falta de moderación como en la ascesis.12 Por el contrario, el Romanticismo y el Modernismo pondrán en valor el carácter extremo de la melancolía. También la reivindicará la filosofía del siglo XX (Benjamin, 2013; Kristeva, 2007).

 

Coincidiendo con el diagnóstico de la melancolía como una experiencia extrema procedente de la Edad Antigua, la psiquiatría clásica consideró como digno de este nombre solamente el estado profundo característico para la psicosis maníaco-depresiva (Tomkiewicz, 1992: 95). El psicoanálisis también destacará el rasgo de la transgresión drástica de la norma, desplazando, sin embargo, la perspectiva hacia el sujeto.13 La perspectiva de pérdida individual acerca el enfoque psicoanalítico al diagnóstico cultural de la melancolía, el cual, al contrario que la categorización caracterológica (Saturnino: pesimista, solitario y de naturaleza fría [Klibansky y otros, 2009: 167]), destacará la desesperación como momento significativo de la existencia del sujeto melancólico. Una figura distintiva desde este punto de vista sería el personaje bíblico Job cuando pregunta sobre el sentido de la pérdida experimentada.14

El momento de la desesperación precede a la resignación melancólica, la cual se convirtió en el atributo iconográfico fundamental del estado de melancolía: brazos y comisuras de los labios caídos, mirada triste que refleja un estado de desánimo, en definitiva, la silueta de un hombre triste (Kępiński, 1974: 2). “Mi carne está cubierta de gusanos y de costras de polvo, mi piel se agrieta, purulenta… mi vida es solo un soplo…”.15

 

Ars moriendi

El tiempo durante el cual Gombrowicz estuvo escribiendo Kronos coincide en la biografía del escritor con un período de involución. La expresión “línea de sombra” es una de las pocas resaltadas en el texto tanto mediante el uso de mayúsculas como de subrayado (W. Gombrowicz, 2013: 50), lo que demuestra su posición central para el sujeto. Le Goues relaciona el momento en que se reconoce el ocaso vital con un cambio en la polaridad de las esperanzas –que empiezan a tomar por objeto el pasado–, cuya manifestación más generalizada es la necesidad de escribir la leyenda de uno mismo (Le Goues, 1992: 184).

 

Como indica la primera hoja incluida en los Tableaux (W. Gombrowicz, 2013: 156), Kronos fue pensado desde un punto de vista cronológico como el documento de una biografía plena. La inscripción “XII 1903”, introducida sin anotaciones y considerada, por lo que parece, como mes de concepción del autor, da comienzo a una serie de fechas anuales. La sucesión de fechas anuales iniciada de esta forma se cierra con 1939, señalado como el año de la “huída a Bagdad” (título original de una obra de Jarosław Iwaszkiewicz, cuya primera edición es de 1923); en el caso de esta hoja la reconstrucción de los hechos es apenas testimonial.

Una reconstrucción más detallada de la biografía del período de entreguerras, incluida en el texto de Kronos, empieza con el año 1922. (El vacío que abarca el período de la adolescencia adquiere un relieve especial en la perspectiva de la valoración de la idea de la juventud propia del autor.)16 En la parte del texto referente al período de entreguerras se puede observar el mecanismo de una triple elaboración del texto a través de una reconstrucción más detallada de 1937, año de publicación de Ferdydurke, y una doble elaboración de 1938, cuando se percibe con claridad una atmósfera prebélica. Un significante recurrente en las sucesivas pruebas de reconstrucción es angustia. Este está relacionado por el sujeto con la reacción del público a la publicación de Ferdydurke (“Gran desasosiego” [20], “nerviosismo creciente y angustia” [24]) y con el miedo a la guerra (20) (“pánico” [32]).17 El repetitivo significante que connota angustia refuerza el colorido siniestro del pasado lejano que está siendo reconstruido (Kępiński, 1974: 40). Otras impresiones de la memoria exteriorizadas en el registro simbólico están relacionadas con los conceptos de aversión y repugnancia (22). Nuevamente, la descripción de 1965, año en que el autor decide quedarse definitivamente en Europa, será elaborada cuatro veces (una reconstrucción detallada y las hojas incluidas en los Tableaux). El hecho de repetir estos años parece sancionar los momentos clave en la biografía del autor.

Los recuerdos más sólidos (incluyendo citas de lo que decían personas importantes para el sujeto del texto) abarcan el período de entreguerras. Una red cronológica se sobrepone aquí a los actos aislados del pasado (frases, situaciones), acentuando expressis verbis las dudas referentes a su localización en el tiempo, señalando el hecho de la reconstrucción por parte del sujeto. Por ejemplo: “¿acaso entonces…?”, “¿acaso en aquel tiempo?” (W. Gombrowicz, 2013: 18), “probablemente” (18), “tal vez” (24). Y dando cuenta de la falibilidad de la memoria: “No me acuerdo… No me acuerdo…” (18), “tal vez (…), pero no me acuerdo”, “no me acuerdo bien” (24). Analógicamente, las inscripciones más tardías de Kronos vuelven a mostrar señales de impotencia ante lo falible de la memoria (142, 146, 150) (Hammen, 2004: 14-16), lo que contrasta con el período que va de 1952 a 1966 en que se señaliza solamente la desmemoria referente a las efemérides, pero donde no hay dudas significativas respecto a los hechos. Todo esto constituye una especie de marco al unir el inicio con el final a través de idénticos mecanismos de la memoria, gracias a los cuales el sujeto se caracteriza como perdido en la existencia.

El marco mencionado completa uno de los órdenes que conforman Kronos, el del proceso de morir, que se deja sentir en la relación de la existencia cotidiana que ofrece quien aún sigue vivo. La experiencia de la muerte se inicia con el diagnóstico de la enfermedad, cuyos derivados son la tristeza y la soledad, ante la cual el sujeto se sitúa del lado de la vida en los actos/notación del erotismo compulsivo que tanto ha chocado a los primeros lectores de Kronos. El relato del sujeto moribundo, un melancólico e íntimo ars moriendi que se apodera del texto, está presente hasta la desaparición de la voz y del sujeto mismo del texto. Caracterizan este relato señales del debilitamiento de la memoria y la exclusión de grandes fragmentos de experiencia/tiempo, así como la descomposición de la jerarquía de valores y, por consiguiente, también de la estructura de resúmenes anuales y tableaux. La reconstrucción detallada muestra cómo el sujeto adopta unas actitudes nuevas ante las limitaciones de un cuerpo enfermo que va envejeciendo (Le Goues, 1992: 186). Este estado de salud que empeora constantemente hace que el sujeto dirija la mirada hacia el cuerpo: “dolores” y “mis tormentos” representan el principal indicador en la relación de los Tableaux. De los resúmenes anuales poco a poco va desapareciendo el indicador que remite a la dimensión erótica de la vida, sustituido por resortes que acentúan el prestigio del escritor y la estabilidad material.

La experiencia de la culminación de la vida, del vacío del futuro y de la falta de excitación asociada a ello es evocada por el significante aburrimiento, un melancólico estribillo por la pérdida de la alegría de la vida (Kępiński, 1974: 73; Hammen, 2004: 14). Una red cronológico-biográfica se sobrepone a esta existencia desprovista de la más elemental satisfacción otorgándole un carácter coherente y compacto gracias a la conservación de una estructura lineal del tiempo (Kępiński, 1974: 40). El quasi-orden que se sostiene en esta estructura oculta el absurdo de una vida desierta que se expresa en el aburrimiento evocado reiteradamente, en las fantasías suicidas, en la apatía, en la angustia (Hammen, 2004: 31; W. Gombrowicz, 2013: 82), o bien en la desaparición del instinto sexual y del apetito, así como en los cambios en el peso corporal, hechos todos ellos característicos de las notas tardías (17). Esta linealidad basada en una contabilidad depresiva18 degenera en una forma de mausoleo que inmoviliza al sujeto. Las escasas anotaciones al margen que rompen la ilusión de coherencia/linealidad (como, por ejemplo: “No temas. WG”, añadido en el margen de la hoja correspondiente al año 1955 [W. Gombrowicz, 2013: 78]), introduciendo un orden temporal alternativo respecto al texto principal, representan el testimonio de otra vida, una vida que sigue y trae cambios (Bieńczyk, 2002: 78).

En contraste con el tono dominante se acentúan los periodos de euforia vinculados por el sujeto de Kronos a una implicación emocional. En el año 1953 se alternan las descripciones de estados de abatimiento y euforia, relacionados con el amor a Aldo (Kępiński, 1974: 4; W. Gombrowicz, 2013: 16, 71). El vocabulario propio del campo léxico de la melancolía aparece en el contexto de las dos principales relaciones amorosas del sujeto, que fueron Aldo y Rita: “Este ánimo” (68), “fuerte depresión” (136), “depresión y aburrimiento” (148), “nervios” (134-138). El amor y en especial la pérdida de proximidad con el objeto amoroso producen un vaivén melancólico en el sujeto de Kronos introduciendo sin embargo elementos eufóricos en la repetitiva contabilidad que caracteriza el texto y que constituye el principal modus escribendi. La alternancia melancólica de estados de ánimo que caracteriza las vivencias señaladas por el sujeto amoroso de Kronos se revela asimismo en la experiencia de la escritura en forma de muestras de profunda tristeza y de decaimiento del ánimo después de un periodo de éxitos y de intenso trabajo (Kępiński, 1974: 68-69).

 

Escribo, luego existo

La escritura, junto a la voluntad individual de existir, determina el otro orden, alternativo al orden de la muerte, presente en Kronos. Una modificación significativa en este contexto –aunque relativamente insignificante en la perspectiva del tono dominante en el texto– atañe a la posición del sujeto y a la exposición de los significantes a partir de 1952. En una anotación de junio de 1952 se produce el cambio en las connotaciones negativas de los subrayados que en los años 1922-1951 remetían continuamente a experiencias traumáticas relacionadas sobre todo con la polonidad (también en el contexto de la guerra) y con el trauma del cuerpo enfermo. Empezando por esta anotación: “Giedroyc decide publicar Trans-Atlántico y El casamiento” (W. Gombrowicz, 2013: 66), que tal vez dé inicio a Kronos y que corresponde en la biografía del escritor a la colaboración con un editor fiable y, como podemos suponer, a la creciente confianza en el valor de la propia escritura, así como a la esperanza en convertirse en un escritor de éxito,19 en el texto comienzan a aparecer señales de un mayor cuidado por sí mismo como sujeto valioso (Grunberger, 1992: 204-216) (compra de objetos que hacen la vida más confortable, preocupación por el fortalecimiento del cuerpo y su cuidado a través de la elección de substancias estimulantes menos perjudiciales, etcétera).

Este cambio de actitud del sujeto está relacionado sobre todo con la modificación de las estrategias de autopresentación adoptadas ante el Otro, internalizado/inscrito en los textos de carácter autobiográfico. Una variación de segundo orden la representa el cambio en la estrategia de presentación del mundo (Hammen, 2004: 94-95).

El fundamento de la autopresentación melancólica lo constituye en Kronos la autodevaluación que se manifiesta a través de la exhibición iconoclasta del cuerpo enfermo (que al mismo tiempo –como cuerpo de enfermedad y de vergüenza– está sometido a unos tratamientos purificadores y curativos minuciosamente anotados) (Kanabrodzki, 2004: 20), así como a través del registro de los actos de una sexualidad compulsiva. La posición dominante se basa en un mecanismo de autoacusaciones y autojustificaciones en cuyo marco el sujeto aparece ora como el transgresor de un tabú (del cuerpo, de la sexualidad) (Fink, 2002: 234-286)20 en una mascarada perversa, ora como alguien que se esfuerza en ser reconocido a través de actos de justificación (principalmente meteduras de pata en sociedad, peleas y conflictos que evidencian la incapacidad de una coexistencia armoniosa con los demás [W. Gombrowicz, 2013: 40, 44, 46, 141]), así como de explicación de la propia existencia a través de la escritura (enumeraciones detalladas de los lugares de publicación de los artículos en las partes iniciales de Kronos [24, 50]).

La devaluación del mundo adopta la chocante forma de una depreciación de las parejas sexuales desindividualizadas, designadas solo por una letra que no diferencia el sexo y/o caracterizadas por un rasgo distintivo negativo (como el mal olor de pies o la repugnancia que el sujeto causó en su pareja). A nivel lingüístico a estos actos les corresponde un vocabulario de tonalidad negativa. Una letanía de parejas sexuales sin nombre enumeradas de forma desapasionada o no carente de crueldad sustituye al tierno objeto del deseo perdido, que adquiere en el texto una representación lingüística cariñosa a través del diminutivo del nombre con el cual el sujeto llama a su primera pareja homoerótica: Franek/Franuś.

La devaluación del mundo y la autodepreciación inscritas en Kronos oscilan alrededor de la experiencia melancólica de lo absurdo de la existencia, acompañada del pesimismo en la percepción del futuro y el deseo de suicidarse formulado expressis verbis. Junto al aumento de prestigio literario anotado en el texto, la autoagresividad del sujeto de Kronos va disminuyendo. Aparecen señales del deseo de relatar la vida de uno mismo dirigidas al Otro cercano; un relato que podría ser interesante para el Otro por el valor que atribuye al sujeto. El Otro surge en un lugar fronterizo entre la posición del biógrafo ideal (para quien se dejan unas indicaciones que facilitan una potencial reconstrucción del destino del autor) y un familiar cercano interesado en la vida cotidiana del sujeto.

La suavización de los actos de autoagresión/autodepreciación por parte del delicado sujeto de Kronos se revela en los pasajes que constituyen la respuesta a una mirada enamorada y llena de interés y que son resultado del reforzamiento del sujeto. Esta mirada dirigida desde un mundo perdido donde se utilizan diminutivos de nombres de otras personas, donde el color de nuestro traje importa a alguien y la historia de nuestros achaques y enfermedades representa la cifra comprensible y primaria del amor: el mundo de la madre (70, 72, 94, 106, 116). Ella es la figura de la persona que se interesa por todo aquello relacionado con el sujeto: que se presentó el día del santo del hijo, que se interesa por Psina cuando Witold está demasiado débil para sacarlo a pasear (Tableaux). Es, por tanto, el Otro que se manifiesta en el registro verdaderamente personal, diferente del registro de la biografía oficial del escritor, potencialmente inscrita en Kronos (104, 108). El proceso literario representado por Kronos puede percibirse desde esta perspectiva como un acto de restauración en sí mismo del mundo perdido, con cuya pérdida el sujeto se perdió a sí mismo (Klein, 1992: 71).21

 

Citas

1 El autor de la propuesta en Polonia es Marek Bieńczyk (2002).

2 Rita Gombrowicz ha fijado el tiempo de la creación del texto en los años 1952-1953, argumentando su tesis con el mayor grado de detallismo en los apuntes mensuales a partir del año 1952. Su tesis queda probablemente corroborada por el hecho de que una de las páginas que remite a los hechos de 1939 está doblemente fechada, con los años 1939 y 1953. Cfr. Witold Gombrowicz (2013: 28). La poética de la melancolía que se observa paralelamente en Kronos y en Trans-Atlántico (editado en 1953) permite formular un argumento más a favor de la tesis según la cual el texto reconstruido debería fecharse en los inicios de los años cincuenta.

3 Gombrowicz hace referencia a Kronos en las páginas del Diario del año 1963 en el pasaje donde habla de su viaje transoceánico de Argentina a Francia, citando de forma alterada una anotación referente a abril de 1963. (El cambio consiste en la censura de los contenidos eróticos y en la introducción de contenidos complementarios referidos a ciertas animosidades sociales características del periodo en que Gombrowicz trabajó en el Banco Polaco.) (Franczak, 2011: 743). Asimismo, en el prefacio a Kronos Rita Gombrowicz llama la atención sobre las “Palabras preliminares” de la edición polaca del Diario 1953-1956 (que hace referencia a la existencia de un texto con contenidos no incluidos en el diario del escritor) y una mención del Diario de 1958 donde Gombrowicz destacaba su “creciente sensibilidad al calendario” (R. Gombrowicz, 2013: 7). Rita Gombrowicz recuerda que se enteró de la existencia de Kronos en 1966. Mientras trabajaba en él, Gombrowicz dejó abierta la puerta de su habitación, lo cual, en el lenguaje íntimo de la pareja, significaba una invitación. La dialéctica de la abertura y del cierre, inscrita en el recuerdo, remite tal vez a la ambivalencia que caracteriza la actitud del escritor en relación con la posible publicación de Kronos: “Entré en la habitación de Witold como solía hacer cuando dejaba la puerta abierta. Estaba sentado delante de su escritorio y dijo más o menos algo así: ‘Mira, estoy escribiendo mi diario íntimo, de vez en cuando apunto cosas privadas’. Me fijé en que no era un papel blanco normal y corriente, sino unas hojas algo amarillentas de un formato bastante grande; parecía como si fuera un gran libro abierto compuesto de hojas sueltas (…) La segunda vez que tropecé con Kronos fue en 1968. Gombrowicz, cansado, enfermo (…) me pidió ayuda y de esta forma me introdujo en sus ‘cosas’ (…) Me enseñó unos archivos con correspondencia y varios manuscritos. Señaló uno de ellos sin abrirlo y dijo: ‘En caso de incendio, coge Kronos y los contratos y… ¡huye a toda velocidad!”. (R. Gombrowicz, 2013: 6)

4 Esto concuerda con las recientes pruebas de interpretación de textos desde unos enfoques que superan la crítica literaria para adentrarse en el campo de las ciencias médicas y sociales. Un ejemplo de esta tendencia podría ser la comunicación de Tomasz Bilczewski (2014). Cfr. también Katarzyna Bojarska (2009).

5 Los tres ámbitos definidos son: 1. enfermedad psíquica que se caracteriza por “estados de angustia, profunda depresión y falta de ganas de vivir”; 2. rasgo de carácter que se manifiesta en la construcción del cuerpo en relación con la idea de los cuatro temperamentos (o compulsiones): sanguíneo, colérico, flemático y melancólico; y 3. estado de ánimo transitorio, “a veces muy desagradable, deprimente, a veces, en cambio, solo apático o nostálgico” (23).

6 Anteriormente, en la anotación referente a julio del mismo año, encontramos un título alternativo a Acteón: Una visita en Ruda (84). El título Pornografía se introduce en la anotación referente a junio de 1959 (94). El título Acteón aparece en la correspondencia del escritor con el editor Jerzy Giedroyc en la carta con fecha 3/10/1957, así como en la correspondencia con Konstanty Jeleński en una nota fechada a marzo-abril de 1958. Gombrowicz anuncia el envío de Pornografía a Konstanty Jeleński en las cartas a Jerzy Giedroyc del 11/4/1959 y a Konstanty Jeleński del 6/7/1959. Ver Jerzy Giedroyc y Witold Gombrowicz (2006: 324, 390), y Gombrowicz (1999: 13, 59).

7 Al reconstruir el mito del Siglo de Oro basándose en Los trabajos y los días de Hesíodo, Graves describe de esta forma aquel tiempo mítico en el cual los hombres eran súbditos de Cronos. Vivían despreocupados sin conocer el trabajo, alimentándose únicamente a base de bellotas, bayas y miel, que brotaba de los árboles, bebían leche de oveja y de cabra, no envejecían y reían a menudo. La muerte no era para ellos más temible que el sueño. Todos ellos han dejado de existir, pero sus almas siguen viviendo felices escondidas por los pueblos, traen buena suerte y velan por la justicia (Graves, 1992: 48).

8 La experiencia de la emigración, perteneciente al dominio saturnino, representa una condición potencialmente melancólica, cuyo sinónimo constituye una pérdida, temporal o permanente, de todo aquello más elementalmente propio.
La psicología contemporánea establece un conjunto de estresores –típicos también para muchas experiencias migratorias– que desencadenan cuadros depresivos. Entre ellos encontramos, por ejemplo, la pobreza y/o las dificultades en conseguir un estatus deseado (Hammen, 2004: 65).

9 Según Walter Benjamin, “La inclinación a los viajes largos constituye –como advierte Tadeusz Sławek– uno de los rasgos del hombre saturnino. De allí el horizonte marino como fondo de la famosa Melancolía de Durero” (Sławek, 1995: 68). Sobre el rol primario de la agresión en la psicodinámica de la depresión, ver Kutter (en Walewska y Pablik, 1992: 171).

10 Los autores de la monografía citan según el Schönspergerscher Kalender (Augsburg 1495) la siguiente característica de los melancólicos, en la cual aparece la convicción sobre la homosexualidad melancólica (relacionada, al parecer, con el patronazgo del planeta Saturno considerado “antinatura”): “Son maliciosos, infames y tristes, les gusta escuchar cosas sucias, prefieren llevar ropa sucia que limpia, son incontinentes, no les gusta relacionarse decorosamente, ni divertirse con las mujeres y por naturaleza son propensos a toda maldad”(217).

11 No por casualidad el equivalente árabe a la palabra “negro” y “melancólico”, con el tiempo, se ha convertido en sinónimo del vocablo “pasión” (55).

12 La etiología de la melancolía, que puede surgir tanto como consecuencia de la falta de moderación, como de una ascesis exagerada, la encontramos en Constantinus Africanus (104).

13 En mayor o menor grado, todo el mundo tiene cierta predisposición a una experiencia depresiva. Sin embargo, esta se convierte en enfermedad cuando la intensidad de la sensación de pérdida de vínculo con el objeto está fuera del control de los sistemas de defensa, cuando la pérdida es irreparable y el objeto insustituible (Walewska, 1992: 257).

14 Para San Crisóstomo, que vivió en el siglo IV, la melancolía y la desesperación son dos nombres del mismo estado, como testimonia la carta de Crisóstomo al monje Stagirius (97).

15 Antoni Kępiński utiliza como epígrafe de su libro Melancolía esta cita que proviene del Libro de Job. Rita Gombrowicz también se refiere a la figura de Job como metáfora de la condición humana marcada por la pérdida al escribir: “Witold, que en los años de guerra vivió en una extrema miseria, a veces me recuerda a Job. La fuerza de Gombrowicz radica en que se mostró en toda su humanidad tanto en sus pasiones como en sus desgracias” (R. Gombrowicz, 2013: 8).

16 Cfr. con la interpretación de la renuncia por parte del autor de la descripción del inicio en la obra autobiográfica Sin ton ni son, de Aleksander Fredro, formulada desde la perspectiva de la crítica melancológica por Marek Bieńczyk (2002: 59-64).

17 Cabe señalar que uno de los roles adoptados por el sujeto de Kronos es el de cronista de la II Guerra Mundial, que apunta escrupulosamente –sobre todo en los primeros años de la guerra– los momentos decisivos de diversas campañas (ver, por ejemplo, W. Gombrowicz, 2013: 41).

18 Sobre la “matemática de la melancolía”, ver Bieńczyk (2002: 67) y Sławek (1995: 65). Ver también W. Gombrowicz (2013: 110).

19 Kronos muestra el proceso de liberación del sujeto de un estado de resignación justificado en el texto por la decepción por la situación profesional (cfr. Hammen, 2004: 65; Freud, 1992: 35; W. Gombrowicz, 2013: 66, 74).

20 En este contexto se puede definir la función de los pequeños círculos en los márgenes de Kronos como testimonios de una posición personal alucinada. Como no encuentra palabras para definir esta posición, el sujeto utiliza un signo, revelándola así en la faz del discurso.

21 En el nivel de la cadena de significantes se puede apreciar una estructura sintáctica iterativa, en la cual la primera parte de la oración compuesta señaliza una posición melancólica, revocada en la segunda parte, a través de lo cual el sujeto se abre a la experiencia de la esperanza: “… salgo mucho menos, pero voy tirando. Gripe en Vence, pero no demasiado grave” (Gombrowicz, 2013: 146).

 

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Para leer El fantasma de Gombrowicz recorre la Argentina completo, pasen por acá.