Gombrowicz en Alemania

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Gombrowicz en Alemania

A raíz del Coloquio Gombrowicz o la pasión de ser joven organizado en Córdoba (agosto del 2015) por la Secretaría de extensión de la Universidad Nacional de Córdoba, Leonie Pia Goe de la redacción de la revista alemana Kulturellen buchstaben zeitchrift de Bremen tuvo el siguiente diálogo con César Mazza, uno de los organizadores del Coloquio.

Mazza, es miembro de la EOL y de la AMP, director de la revista Exordio y sinthomaycultura.com, coordina el Programa Psicoanálisis en la cultura en el Instituto CIEC, es docente en la Facultad de psicología de la UNC.

K- Para comenzar nos interesa que nos cuente cual fue su primer contacto con los textos de Witold Gombrowicz.

CM- La primera entrada al universo Gombrowicz, entrada indirecta, la tengo en la lectura de la novela de Ricardo Piglia, Respiración artificial, en ese entonces vivía en Santa Fe. También en los encuentros con los escritores Juan José Saer y Ricardo Piglia organizados por la Universidad Nacional del Litoral en los finales de los ’80 y comienzos de los ’90, Gombrowicz junto a Macedonio Fernández y Roberto Arlt trazaban para mí un mapa de lecturas que luego fui cruzando con autores de psicoanálisis: Jacques Lacan, Oscar Masotta, Germán García y Jacques-Alain Miller. Asimismo, casi en forma simultánea a esos encuentros comienzo a asistir a las Conferencias y Cursos de Germán García en la Biblioteca Freudiana de Santa Fe, Germán traía a la escena de la transmisión frases o temas de Gombrowicz, recuerdo uno de ellos que me sorprendió y me sigue impactando, el tema del aburrimiento como causa de la unión o de la separación de los seres parlantes…

K -¿Por qué un Coloquio lleva como tema a Gombrowicz? Y ¿Cuál es la conexión con el psicoanálisis lacaniano?

CM- Bueno, para salir un poco del aburrimiento causado por los programas establecidos… (Risas)

Curiosamente algunos de los temas y problemas que encontramos en Gombrowicz tienen una fuerte afinidad con los del psicoanálisis actual. Para Gombrowicz, en una cultura como la nuestra, que vive de un exceso de importación y donde nadie confía en el juicio propio ni en el de los demás, una intervención imprevista, es decir fuera de programa, no logrará tener demasiado prestigio. Pero, al revés de lo previsto por el sentido corriente, por una mentalidad asegurada, este Coloquio encontró en la contingencia su valor agregado, un valor agalmático, como se dice en estricto lacaniano. Este espacio instala y propicia un corte respecto a los caminos ya saturados por el uso de la rutina. Puntual y evanescente entonces, el lugar que se instala se descuenta, para emplear una frase de Boris Groys, de la “exhibición estándar”, de una actividad más en la agenda cultural. ¿Cómo entender sino ese momento donde Nicolás Hochman afirma, al escuchar los primeros trabajos, que nunca se había percatado tan nítidamente de la vinculación entre Lacan y Gombrowicz en el punto en que ambos son tan poco leídos? O, la provocativa propuesta de Gabriel Pantoja de armar un programa introductorio de Lacan ubicando la cuestión del espejo y la mirada respecto de la forma y la mueca en Gombrowicz…

Así el texto de Wombrowicz guarda un especial interés para el analista advertido de que instalar el discurso implica, entre otras cuestiones, hacerse un lugar donde desplegarlo. Entonces, la falta de confianza en el propio juicio puede despertar alguna resonancia respecto de un tema analítico, el de la autoridad-autorización, por ejemplo.

K- La autoridad en la línea de la madurez/inmadurez…

CM- Le leería un párrafo del Diario argentino relativo a la dificultad de la cultura argentina para trazar su singularidad. Más precisamente en cierto empuje a empequeñecerse o agrandarse en una falaz comparación con la medida ideal llamada “Europa”. Gombrowicz dirá, hay quienes se deslizan en un excesivo empleo del “nosotros”. Pero este uso de la tercera persona no es algo inocente, sino que nos condena a un lugar de inferioridad. Los argentinos que se miran reflejados desde ese foco:

“(…) necesitan de genios como si fueran a formar un equipo de futbol: para ganar el partido con el extranjero. Lo que los pierde es precisamente el deseo de mostrarse ante el mundo, de igualar. El problema principal para estos artistas no es expresar su pasión y construir un mundo, sino escribir una novela y construir un mundo de “nivel europeo” para que Argentina logre al fin su papel representativo”. Lo singular funciona sólo en niveles inferiores de la cultura pero sus principales protagonistas no se autorizan a traducirlo a un nivel superior: “Si es escritor, ese argentino comenzará a meditar sobre qué es específicamente la Argentina, para deducir por ende cómo debe comportarse para ser buen argentino… y cómo tienen que ser sus obras para resultar suficientemente propias, nacionales, criollas. Esos análisis no lo llevan a producir por fuerza una novela relacionada con la literatura gauchesca, puede realmente surgir una obra realmente refinada, pero también escrita bajo programa. En una palabra, este argentino educado creará una literatura correcta, (…) bien colocado en su correcta Argentina.” (Diario argentino).

En este punto el imperativo de pertenecer a un grupo, a una sociedad o círculo establecido subyuga lo específicamente literario o artístico y esto se hará utilizando un “nosotros” que desautoriza la primera persona del singular. Situación que nos ilumina respecto del aforismo subrayado por J.-A. Miller “no hay enunciación colectiva”. Entonces la enunciación que interesa no se soporta en ningún “nosotros”, tampoco en su envés, el individualismo.

K- ¿Usted ensaya conectar ese pasaje de Gombrowicz con el aforismo de Lacan “El analista se autoriza de sí mismo y de algunos otros”? En la situación de un hacedor de cultura, escritor, ensayista, etc., este punto de la autorización de sí mismo, creo que se puede visualizar en forma más clara porque no me imagino a un poeta pidiéndole permiso, cuando le llega su palabra, su tono, a alguien para escribir… ¿Podría precisar un poco más esta cuestión?, ¿el analista sigue un protocolo donde está establecido cómo interpretar a su paciente o para cortar la sesión en determinado momento?

CM- Agradezco su humor, no se trata, al menos en la orientación lacaniana, de regirse por determinada reglamentación, sino que hay principios que son llevados al acto. No es una pragmática ciega, propia de un saber hacer individual. Pero sí hay que tener en cuenta efectos de estandarización dados por la fuerza de la costumbre o por la medida del sentido común. Vale decir que no hay estándares ni protocolos pero no dejamos de advertir que existe el empuje de hacer de la práctica un cliché de lo que se supone que es un tratamiento. Ese cliché es una mentalidad incorporada y compartida tanto en el supuesto analista como en el analizante.

K-¿De qué mentalidad se trata? ¿De qué madera está hecha?

CM- En las primeras páginas de un texto en los Escritos (1) Lacan desmonta los derroteros de un uso del psicoanálisis bajo la fórmula “reeducación emocional del paciente”.

En esa perspectiva la sentimentalidad lleva el nombre técnico de “contratransferencia”, se trata de una impropiedad conceptual…

K-Actualmente en la Argentina las carreras de Psicología, los posgrados y maestrías en Psicología tienen una fuerte impronta de lo lacaniano, ¿puede ser que exista una confusión, un deslizamiento automático, a sabiendas o no, en los términos de un psicólogoanalista?

CM- Sí, claro. El empleo aquí de la ironía de Lacan es necesario para despejar la confusión que Usted, muy acertadamente, señala. Me detengo en esta frase: “piensen que testimonio damos de elevación de alma al mostrarnos en nuestra arcilla como hechos de la misma que aquellos a quienes amasamos” (Lacan Op. Cit.)

K- Pero ¿no es algo muy ideal, hasta utópico pensar que la formación analítica va a despegarse de una mentalidad muy arraigada en los círculos, incluidos los académicos?

CM- No, a la inversa. Se trata de ubicar cómo funciona el ideal en cada caso y su posibilidad de quiebre. Un análisis permitiría localizar la imposición prefigurada de una forma madura y eventualmente conmoverla. J.-A. Miller, al retomar la cuestión del acto fallido, plantea que la carrera analítica es una carrera de fracasados. El fracaso, que puede ser experimentado como la condena del Destino, es la leña más adecuada para avivar la chispa de un nuevo amor. Esta frase, que Lacan extrapola de un poema de A. Rimbaud, es el nombre dado al pasaje a otro discurso. Se fracasó como Madre, Psicólogo, Hijo o Médico en una de esas con los restos de esos elementos, el héroe desvencijado encuentra la contraseña para entrar en otra cosa.

Precisamente, conjeturamos que el tema de la elevación del alma refiere a la infatuación de los que “se la creen” o de los que terminan haciendo creer a “presas fáciles” de operaciones de prestigio, que la formación analítica sólo se reduciría a una “candidatura eterna”. Vale decir que el postulante a analista por llegar, algún día, a ocupar un lugar en un aparato de formación encontraría su realización. Esta realización, aquí viene la ironía lacaniana que podríamos actualizar, conlleva haber alcanzado un alto estado espiritual, una especie de Beatitud. Pero esta elevación de las Almas bellas en los albores de este Siglo tal vez tome la forma del éxito social. Es decir, que alguien por “ser” analista llegó a calzar en algo tan machacado y trillado como los modelos de adaptación que reproduce el discurso capitalista. Aquí también resuena la opción en la disyuntiva “o la pasión de ser joven” en el título del Coloquio. Hoy por hoy esa pasión es una moneda muy preciada. Es el reverso irónico de la propuesta de Gombrowicz, puesto que la gente que va entrando en años, ayudados por los avances médicos, no deja de apegarse a una forma prefabricada. No está dispuesta a crear nada sólo la quiere comprar ya hecha. Sería una nueva versión de los juventones (2) embanderados cada uno en su goce indivisible.

Los de mi generación, escribe Gombrowicz, ya se habían casado y ocupaban puestos determinados, no tanto frente a la vida como en diversas oficinas. Sigmund Freud plantea que el neurótico es el adulto comportándose como un niño. Entonces, suponer que alguien, con sólo pertenecer a una esfera pública, ya ha alcanzado su madurez, es algo que no se podría aceptar sin tener en cuenta lo que ocurre con su vida pulsional.

Retomo el texto de Lacan, luego de subrayar que la dirección de la cura no es una dirección de conciencia, llegamos al punto donde se afirma que la experiencia consiste en hacer aplicar, por el sujeto, la regla analítica. Esto supone determinadas directivas: la comunicación por ejemplo, en forma de consigna, de la regla analítica fundamental. Tal comunicación en la actualidad puede sencillamente esbozarse en un “hable”. Las directivas, entonces, operan según la doctrina que se haya hecho el analista sobre esta práctica y el punto de consecuencias al que el psicoanálisis ha llegado en su vida. Cabe señalar que la doctrina puesta en juego en la práctica no es una entelequia que se puede aprender solamente leyendo o en un postgrado. Esa doctrina se ha hecho acorde al trayecto de formación, al análisis del propio analista. Lacan muestra su tesis más fuerte cuando afirma que, la doctrina que se hace, la idea que se ha fabricado cada uno acerca de qué es un análisis “no lo hace menos solidario de la enormidad de los prejuicios que en el paciente esperan en ese mismo lugar: según la idea que la difusión cultural le ha permitido formarse del procedimiento y de la finalidad de la empresa” (Lacan, Op. Cit).

En la coyuntura actual del psicoanálisis, la confusión entre el psicólogo y el analista, se produce por la calamidad recitadora, el uso anestesiado de una jerga y la mentalidad psicológica. Tratándose de efectos de fusión, la arcilla en la que se amasa la mentalidad no deja de hundirse en una rutina del significado, en un par ordenado aplastado por la monotonía: después de la primera entrevista vendrá una segunda, las sesiones ya se sabe que son previsiblemente cortas y ¿el fin de análisis?, se consagra con el título de AE, etc.

Pero instalar el discurso es otra cosa. El juego con el equívoco creará la chance para que se produzca una entrada a la enseñanza, o para que un análisis sea posible. Así, en un juego comparativo, se puede ubicar al psicoanálisis en esa figura que Gombrowicz propone para la literatura: una anguila entre las manos del escritor que siempre se le resbala. El discurso analítico, también como esa especie de pez, es inatrapable y siempre se está resbalando a cualquier intento de domesticación.

K-A propósito de la reciente im körper –incorporación- en nuestra lengua de la edición alemana del Seminario 23 de Jacques Lacan a cargo de un equipo de trabajo realizado en Leheraus der Psychoanalyse de Hamburgo, nos interesa situar si ubica alguna conexión entre Gombrowicz y James Joyce.

CM-Sí, estoy al tanto, recientemente leí el excelente artículo de Max Kleiner publicado en la revista Descartes Nro. 24/25. En ambas escrituras hay una doble impugnación: rebelarse, por una parte, contra la cultura como artificio de dominación, como forma acabada que viene de un centro establecido y por otra no aceptar el excesivo apego a lo nacional por constituirse en un modelo importado, ya clasificado precisamente por una cultura central. En la nota editorial de Exordio 4 comento esta operación de Joyce citando a Declan Kiberd “(Joyce)…condena el colonialismo, como hacen los nacionalistas, pero luego pasa a condenar la cultura nativa por no estar a la altura de lo que se espera de ella, por no ser un auténtico otro lugar” (Aparte, Editorial de Exordio 4 http://www.sinthomaycultura.com/?p=34.)

Vale la pena detenerse en este párrafo de Gombrowicz y apreciar la afinidad con que resuena:

“El arte es ante todo un problema de amor; si queremos conocer la verdadera posición del artista debemos preguntar ¿de qué está enamorado? Para mí era evidente que ellos (refiriéndose al grupo Sur) no estaban enamorados de nada o de nadie y si lo estaban era de Londres, París, Nueva York, o, en fin, de un folclore bastante esquemático e inocuo. Pero ninguna chispa auténtica brotaba entre ellos de esa masa oscura de belleza ‘inferior’” (Diario argentino).

Pero, estar enamorado de una forma hecha, llámese París, Nueva York o Londres, evidencia una posición de admiración, una pasión muy argentina por pertenecer. Este pertenecer, “estar a la altura” en el foco supuestamente principal, se da en estos términos: imaginar verse como siendo visto y amado, al mismo tiempo que ser tenido en cuenta como a un igual. Contra toda apariencia traemos a escena la afirmación de Jorge Luis Borges, quien en una entrevista dice que Victoria Ocampo nunca pudo hacer una revista porque admiraba a demasiadas personas y como consecuencia de este idilio con la cultura sólo podía editar antologías de notables.

Otra cuestión que se puede ubicar es la transformación que hace Gombrowicz de un lugar de marginación en la fuerza enunciativa de su escritura, reparemos en un pasaje del ensayo de Juan José Saer respecto del lugar, el topos forjado por Gombrowicz y una puntuación de Miller sobre la “sabiduría” de Joyce:

“(…) la razón de ser del Diario es la experiencia argentina, la situación singular del aislamiento de su autor ya que, en lugar de ser una manera de encerrarse en sí mismo, el Diario de Gombrowicz es el campo de batalla contra ese aislamiento. (…) El entrelazamiento único de la aventura witoldiana, su lección principal, consiste en la hipérbole de su destino que lo llevó, de una marginalidad teórica y relativa, a una real y absoluta. De esa marginalidad hizo su vida, su material y su fortaleza” (Saer, Juan José “La perspectiva exterior: Gombrowicz en la Argentina”).

En una de las Notas de Miller que acompañan la edición del Seminario 23, en estricta observancia con la búsqueda de Lacan, el autor se refiere al saber inventado por Joyce en estos términos:

“(…) la sabiduría del sinthome no es la resignación a la falta ni el retorno cero de la homeostasis de la existencia estable de lo universal bajo la férula del principio del placer. Ni el libro de la Sabiduría ni Hegel ni Husserl ni Quine sino más bien Joyce (…)

La sabiduría joyceana es más bien una ‘folisofía’. Consiste para cada uno en servirse de su sinthome, de la singularidad de su pretendida ‘minusvalía psíquica’, para lo mejor y para lo peor, sin aplastar su relieve bajo un common sense

Entonces teniendo las cartas sobre la mesa tomamos la resonancia de las Notas para investigar de qué manera la sabiduría del sinthome se juega en nuestro escritor.

K- ¿Podría adelantar algo de esta investigación?

CM- Sólo en tono de provocación consideremos que la minusvalía psíquica no se absorbe en Gombrowicz en el sentido corriente, en la crasa marginalidad o en la infantilización de la forma inacabada. No, el saber del “artista pordiosero” es un hacer que toma un lugar inédito con los nombres, como escribe Antonio Oviedo, de “bruscas irrupciones de la forma”.

K- Lacan, Gombrowicz, Miller, en la revista Virtualia (3) Usted publicó un artículo donde destaca, a tono con el humor gombrowicziano, los “años de inmadurez de Jacques-Alain Miller…

CM- Sí, es un artículo que retoma algunos puntos y apuesta a suscitar el interés por la lectura. Varios textos de juventud de Miller están reunidos en su libro Un comienzo en la vida. De Sartre a Lacan, donde revenants el comienzo de su vida pública. Al leer el extenso prólogo del autor y la cita de Gombrowicz en dos ocasiones, me pareció oportuno resaltar esos momentos de irreverencia, de radical singularidad como cosa no superada, como forma inexpugnable de la inmadurez.

Por el contrario, la candidatura eterna es una especie de sentimentalidad, apego a una forma acabada y ya hecha, pero incorporada sin apropiación. El lugar de la espera, la antesala, se transforma en un sueño de pertenencia donde el candidato tendría que ir cumpliendo en forma escalonada un estándar para llegar algún día a Ser Maduro.

Ahora bien, déjeme que le lea unos párrafos entre los que se puede trazar una línea. Uno pertenece a la Tesis de Lacan y el otro es un pasaje de Ferdydurke. Ambos, en distintas argumentaciones, se refieren a la “candidatura eterna”. Lacan en una extensa cita convoca a Paul Valery para explayarse sobre la subjetividad que confluye e incluso se instituye en “una comunidad laboriosa con la cual los vincule (a los sujetos) un deber abstracto”:

“París encierra, y combina, y consuma o consume, a la mayor parte de los brillantes desafortunados a quienes sus destinos han llamado a las profesiones delirantes… Doy ese nombre a todos aquellos oficios cuyo principal instrumento es la opinión que uno tiene de sí mismo, y cuya materia prima es la opinión que los demás tienen de uno. Las personas que los ejercen, condenadas a una eterna candidatura, están afligidas siempre, necesariamente, de cierto delirio de grandeza, atravesado y atormentado sin descanso por cierto delirio de persecución. En este pueblo de únicos reina la ley de hacer lo que nadie ha hecho nunca, y lo que nadie hará nunca. (…) Cada uno de ellos funda su existencia sobre la inexistencia de los demás, pero a los cuales hay que arrancarles su consentimiento de que no existen (…)”

Entre otras cosas, la autoridad de los protagonistas depende de la opinión de los demás, en las antípodas de las afinidades electivas. Veamos la cita en Ferdydurke respecto de la falaz medida del Arte con Mayúsculas (¡nunca un muslo!) y en consecuencia el lugar de empequeñecimiento que conlleva. A la inversa, las partes sueltas se constituyen en el instrumento de la creación:

“¡Eh, Picho! ¿Recuerdas aquel ombligo… aquel ombligo? ¡Picho, Picho, Picho ¿recuerdas aquel ombligo sobre el prado verde?

Esas son las fundamentales, capitales y filosóficas razones que me indujeron a edificar la obra sobre la base de partes sueltas –conceptuando la obra como una partícula de la obra. (…)

¿Qué es en realidad, lo que se imagina aquel que, en nuestros tiempos, siente la vocación de la pluma, del pincel, del clarinete? Él, ante todo, quiere ser artista. Quiere crear el arte. Anhela, entonces, con la belleza, la bondad y la verdad alimentarse a sí mismo y a sus conciudadanos, se propone ser Vate, Bardo (…)

¡Qué magníficos propósitos! ¿No eran, acaso, los fines y propósitos de Shakespeare, Beethoven o Chopin? Aquí está la cosa, sin embargo, que vosotros no sois Chopines ni Shakespeare, sino a lo mejor semi- Shakespeare y cuartos de Chopin (¡oh, malditas partes!) (…) Creedme: existe una gran diferencia entre el artista que ya sea realizado y aquella muchedumbre infinita de semiartistas y cuartos de bardos que se empeñan en realizarse. Y lo que queda bien en el genio, en vosotros suena de modo distintos. Mas vosotros, en vez de procurarnos concepciones y opiniones según vuestra propia medida (…) os adornais con plumas ajenas y he aquí por qué os transformáis en eternos candidatos y aspirantes a la grandeza y la perfección, eternamente impotentes y siempre mediocres; os volveís sirvientes, alumnos y admiradores del Arte que os mantiene en la antesala” (Ferdydurke)

K- ¿Cómo continúa este programa Gombrowicz de trabajo?

Desde el Programa psicoanálisis en la cultura barajamos, damos de nuevo y seguimos en contacto con Nicolás Hochman y su equipo del Congreso Gombrowicz. A su vez, este año el Seminario de Estudios Lacanianos tomará el tema de “La risa en la experiencia analítica” partiendo de un comentario del texto de Germán García “Gombrowicz: cómico de la lengua” publicado en la revista escrita. En ese punto la risa, efecto de una Tyche, tal vez nos de la pista de la transmisión vía ese goce con lalengua.

Por otra parte, no dejo de apostar a una lectura de Lacan intercalándose con el universo Gombrowicz. Menciono para finalizar que Lacan define la madurez de la lengua como el uso cristalizado por el sentido corriente (4) para llegar a proponer que la poesía depende de la violencia que se pueda efectuar sobre este uso consagrado. En este punto conjeturamos que la inmadurez en Gombrowicz es equivalente a un uso de lalengua donde se invierten efectos de creación. Jacques Lacan dirá que al psicoanálisis le interesa ese uso singular que en cada caso podemos localizar. En Gombrowicz, la función de creación está en las bruscas irrupciones de las formas inmaduras, en un Trieb por venir. Pero, ¿qué hacer con Gombrowicz?; un esfuerzo más y la intervención del analista se podrá ubicar como la forma más inmadura de la poesía

Notas

(1) Lacan, Jacques “La dirección de la cura y los principios de su poder”, Escritos 2.

(2) Los Juventones son los padres de la Moderna, personajes de Ferdydurke.

(3) http://virtualia.eol.org.ar/029/template.asp?Psicoanalisis-y-literatura/Irrupcion-de-las-formas-inmaduras.html

(4) Clase del Seminario 24, titulada «Hacia un significante nuevo«. En Revista Colofón 25 Boletín de la Federación Internacional de la Bibliotecas de la Orientación Lacaniana.

kulturellen Buchstaben ZeitchriftNº3