Carta de Halina Nowinska a Rita Gombrowicz

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Carta de Halina Nowinska a Rita Gombrowicz

Hoy que se festeja el día del trabajador les dejamos un retrato de Gombrowicz en sus días de empleado en el Banco Polaco. La carta que transcribimos es de Halina Nowinska, mujer del director del banco al momento en que Gombrowicz empezó a trabajar ahí, y está tomada del libro de Rita Gombrowicz en la Argentina.

 

Juliusz Nowinski, director del Banco Polaco, y Witold Gombrowicz

Con toda la energía de la que era capaz, insistí ante Gombrowicz para que aceptara el trabajo en el banco, como se lo había sugerido antes, muchas veces, pero siempre se defendía diciendo que eso sería una pérdida de tiempo para él, que era un escritor. Esta vez sentí debilitarse su resistencia. Ya desde hacía tiempo yo defendía su causa ante mi marido, pero él no quería saber nada del asunto porque el banco pasaba por grandes dificultades. Finalemente, Gombrowicz fue contratado, pero no puedo, en modo alguno, atribuirme yo el mérito. ¿Qué influyó en la decisión de mi marido? Aun hoy no lo sé. Sin duda pensó que el banco no perdería nada contratando los servicios de Gombrowicz.

Gombrowicz fue instalado en una habitación vecina al despacho de mi marido, que servía desecretaría. Enfrente tenía el escritorio de una secretaria, señora H. Z., que no podía soportarlo y no tardaba en informar a mi marido de todos los «crímenes» de los que era culpable el señor Gombrowicz: ha vuelto a llegar tarde, se viste como un mendigo, come naranjas como un cochino y escupe las semillas en el cesto, le falta un botón de la camisa y, lo peor, hoy otra vez se quedó dormido. Cada vez que yo iba al banco, debía escuchar sus recriminaciones: «Qué poemas se componen aquí! ¡Qué bello refrán, gnocchi, gnocchi! ¿No podría escribir, aunque sea una vez, algo que tenga sentido común?»

Ignoro si Gombrowicz estaba formalmente autorizado a escribir sus cosas durante las horas de trabajo, pero mi marido lo sabía y no se lo prohibía, es cierto. Nunca lo oí quejarse de él, se burlaba de las delaciones de la señora H. Z. y me las repetía, riéndose conmigo. Sentía ciertamente mucha simpatía por Gombrowicz. Lo llamaba en broma «maestro», lo que él aceptaba como un merecido homenaje, con una seriedad cómica, frunciendo los labios e inclinando la cabeza. Mi marido encontró en él a un colaborador sagaz. Ellos siempre resolvían juntos los problemas más difíciles. Estas reuniones de a dos tenían lugar, cada vez con más frecuencia, en nuestra casa, los días feriado o después del horario de oficina. Varias veces los vi redactar juntos los informes de las actividades del banco, destinados a las autoridades de la casa central en Polonia. Escuché personalmente de mi marido, y después lo escuché en Polonia, que eran excelentes, los mejores de todos los que mandaban las diversas sucursales del banco diseminadas por el mundo.

Varsovia, 5 de febrero de 1979.

1. USADA (8)