Las preguntas que WG dejó en Santiago del Estero

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Las preguntas que WG dejó en Santiago del Estero

Nicolás Hochman

Hace poco Ewa Kobylecka me comentó que había escrito el prólogo de una novela argentina sobre Witoldo. Argentina no: santiagueña. Hago la aclaración no porque lo santiagueño no corresponda a lo argentino, sino porque siendo parte de lo mismo es otra cosa, que va más allá, más acá. Santiago del Estero como síntoma de la profundidad de un país que nunca llega a conocerse a sí mismo. Como el espacio que Gombrowicz habitó durante unos meses, en 1958, y que de algún modo transformó.

Pero claro: ¿qué clase de transformaciones puede hacer, en una ciudad, un escritor polaco al que no conoce nadie? Transformaciones íntimas, sutiles, en cuentagotas, que probablemente sean las más duraderas, las que provocan cambios sin retorno, trascendentales. Muchas veces esas fisuras aparecen en un sujeto, en dos, en tres, y se quedan ahí contenidas por estructuras mucho más fuertes. Esas paredes impiden, para bien y/o para mal, que ciertos cambios prosperen. Pero a veces las paredes son porosas, o están en decadencia, o simplemente son permeables a sustancias determinadas que erosionan sus cimientos, se meten en su interior y hacen explotar todo. No son cosas que pasen de un día para otro, sino que llevan años, décadas.

Qué lugar ocupa y va a ocupar Gombrowicz en la mítica de Santiago del Estero es algo difícil de medir. Por lo pronto sabemos que esta ahí, y que de algún modo hace fuerza. Eso es lo que evidencia 1958, Estación Gombrowicz, la novela que Lucas Daniel Cosci publicó hace pocos meses en la editorial EDUNSE, la editorial de la Universidad de Santiago del Estero. Que el libro haya sido editado ahí no es un dato menor. No es poco que Gombrowicz vaya empujando para meterse en los catálogos de las universidades. Y que lo haga en Santiago, y no en Buenos Aires, o en Tandil, marca algo de lo que él seguramente hubiera estado muy orgulloso: la presencia en los márgenes, en lo que está por fuera de la Cosmópolis que quiere ser Buenos Aires.

La historia de libro es simple: Cosci encuentra una caja con cartas y fotos de Gombrowicz en Santiago, ciudad que visitó invitado por la familia Santucho, escapándose del frío porteño y buscando juventud. Pero no son documentos cualquiera: son fuentes que lo vinculan con su padre, Macario, muerto hace muchos años. Y lo vinculan de manera íntima.

El libro, que puede ser leído en clave ficcional o biográfica (¿no son acaso parte de lo mismo, invariablemente?), tiene dos ejes. Por un lado, diálogos posibles que podrían haber tenido los actores de la historia en los 50 (Macario, Gombrowicz, Canal Feijóo), que tienen alguna similitud con los que aparecen en Cartas profanas, la novela de Luis Mattini (Arnold Kremer), antecedente inmediato donde el autor imagina la continuación de la correspondencia entre Gombrowicz y Santucho.

El otro eje, sin dudas el más interesante, pasa por las preguntas que Cosci se formula a partir de la presencia de Gombrowicz en Santiago del Estero. Y, sobre todo, de cuál fue el rol de su padre en esa historia. Se pregunta, por ejemplo, por qué, si como su padre decía, habían sido tan camaradas y compartido tantas charlas, tanto entusiasmo, tanta noche interminable, su nombre no aparece ni una sola vez en la obra del polaco. Por qué hay más de una decena de santiagueños mencionados, pero no él. Lo que Cosci sospecha es que entre ellos dos existió un vínculo lo suficientemente fuerte como para que Gombrowicz prefiriera no exponerlo en sus escritos: “¿Cuánto Gombrowicz hay en tu historia? ¿Más de lo que yo quisiera?”.

Sin contar a Rita, Gombrowicz nunca mencionó a una pareja o algo que se le pareciera. A excepción de Aldo, del que conocimos su existencia recién con la publicación de Kronos, en 2013. ¿Sería tal vez el padre de Cosci un Aldo santiagueño? ¿Sería inclusive más importante que él? ¿Conocería de Witoldo cosas que todos nosotros jamás vamos a llegar a vislumbrar, porque la crítica literaria, la historia y la ficción no llegan hasta ahí?

Cosci maneja la información con mucha delicadeza, y a la vez abre puertas sin contradecir la historia que conocemos. Amplía el espectro de posibilidades, mirando a Gombrowicz de una manera que es poco habitual, porque no cualquiera tiene un padre que lo conoció, porque no todos nos preguntamos por Gombrowicz cuando miramos a nuestros padres.

Enero de 2016

cosci6