Ping pong con Alicia Borinsky

Ping pong con Alicia Borinsky

 

Branco Troiano hizo un ping pong de preguntas y respuestas con Alicia Borinsky, que estuvo en el Congreso Gombrowicz de 2014 y va a volver para el de 2019.

 

Branco Troiano: ¿Qué te seduce de la obra de Gombrowicz?

Alicia Borinsky: Me seduce su distancia, el espacio que deja para la mueca y la antipatía.

BT: ¿Qué le aportó a la literatura?

AB: La naturalidad con la que es extranjero en todas las historias nacionales

BT: ¿Rompió con algún molde?

AB: Claro que sí, el más interesante es su manejo de lo anti-psicológico. Ya lo habían hecho otros pero en él es más enigmático.

BT: ¿Cómo es tu relación con su obra?

AB: Muy estrecha. Pero no de admiración sumisa, más de bien de complicidad. Creo      entenderlo.

BT: Alguna vez, cuando se comparaba a Borges con Gombrowicz, dijiste que, lejos de sumergirte en esa guerra, preferías correrte y tomar a la lectura de otra manera, de una manera que no termine diciendo «tal es mejor que tal». ¿Podrías desarrollar esa idea?

AB: Son escritores muy diferentes. Borges estaba realmente inserto en un
idioma argentino que  transformaba en sus obras. Sus intervenciones
son íntimas pero nacionales. Gombrowicz, en cambio, es el escritor de un juego cuyas reglas no entendemos, de una alegría transgresiva que compartimos sin culpa. No creo que debamos hacer paralelismos porque se nos escaparía lo mejor, que siempre son los detalles.

BT: ¿Cuál es el lector ideal para la obra de Gombrowicz?

AB: Un viajero.

BT: ¿Cuál es su mejor libro?

AB: Trans-Atlántico. Tiene algo de Lewis Carroll, evoca el vacío de las calles e inventa voces  que celebran algo que se nos escapa pero nos interesa. Advertimos por la relectura, que en ese interés descubrimos algo de nuestro placer en estar desorientados.