Ferdydurke: formas y aspectos de un mito (¿nacional?)

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Ferdydurke: formas y aspectos de un mito (¿nacional?)

Víctor Torres

I

La novela de Witold Gombrowicz es una de las pocas obras que parece conservar su “aura”, siguiendo a Benjamin, como pocos textos conocidos. Ferdydurke se ha convertido en un mito viviente a partir de su circulación en Argentina a fines de los años 30, pero principalmente por su constitución en tanto traducción de una lengua muy distante de las que podríamos pensar.

Tal como se cuenta en la introducción de una de las últimas ediciones en español (de “El cuenco de plata”), el texto es trabajado sobre una imponente base oral: Witoldo junto a un par de editores cubanos y colaboradores se sientan en un café de Buenos Aires a “charlar” (traducir) la obra, buscando expresiones apropiadas pero para nuestro castellano, elaborando una sintaxis acorde a nuestras estructuras. Así, la novela, se “reescribe”. Gombrowicz escribe la novela dos veces, una antes de embarcarse y otra en un bar porteño, de polaco al español para de ahí llevarla al francés. Latinizar Ferdydurke, esa es la cuestión.

En el testimonio de Rodríguez Tomeu, uno de los editores, confiesa que sobre la traducción “Era  preciso no sólo traducir, sino inventar además palabras nuevas para encontrar el equivalente de las polacas”, lo que supone una reconstrucción del relato, de la lengua y la búsqueda de grafemas y fonemas que alimenten la experimentación del autor.

Da la impresión de que la novela se vuelve más “literaria” cuando absorbe esas locuciones que Gombrowicz jamás hubiese imaginado -quizá- que podían aportar a su obra.

Dice Virgilio Piñera en la nota introductoria: “La lengua usada en Ferdydurke se aparta de la convención general del idioma, de sus leyes universales, de su ritmo regular y diario”. Pero ésto justifica, me da la sensación, lo ya dicho: la transgresión lingüística que logra el texto configura una retroalimentación (si cabe el término) entre la lengua pre-existente y las locuciones que pugnan por ingresar a la “enciclopedia”. Se reinventa así nuestro sistema lingüístico, nada más y nada menos.

En definitiva, es una suerte para Gombrowicz y para la literatura argentina que el mito construído en base a Ferdydurke permanezca inalterable y, a la vez, releído como un testimonio único que recrea lo que será difícil repetir: un extranjero llega a Buenos Aires y revoluciona la literatura nacional pretérita, presente y futura.

II

Pero Ferdydurke no es sólo una narración. De ella se desprenden varios “tratados”: filosófico, sociológico y estético, por lo menos.

La filosofía es para el autor polaco la construcción del pensamiento como una fuga. “Pepe” escapa de un mundo a otro, se desliza por ámbitos desconocidos, en todos observa y experimenta, pero siempre aparece algo que lo hace disgregarse y se escurre por el espacio para porfiar al tiempo y su materialidad.

Se siente atraído por la colegiala, pese a su edad y huye del caos con Isabel pese al desamor (él comprende que ella es incapaz de cumplir sus deseos). Vuelve a sus raíces (familia) para volver a huir.

De este modo nos encontramos con la “inmadurez” del protagonista. La educación que recibe no colabora con su estado ya que se ve rodeado por un grupo de jóvenes que son tan o más chiquilines que él. Se cumple así, al parecer, la teoría de Rousseau “El hombre nace bueno, la sociedad lo corrompe”.

El ámbito en el que intenta desarrollar sus aspectos formales, ciertas actitudes de sus pares no colaboran para lo que intenta hallar. De hecho Pimko, el maestro, presenta un aspecto cabal en su discurso pero se ve involucrado en una situación bastante absurda con la “Juventona madre”.

Varios estudiosos de la obra atribuyen a Witoldo la capacidad de iniciar el camino del existencialismo a través de la narrativa. Es posible, pese a la presencia de algunos precursores como Heidegger. El papel del sujeto, en cuanto individuo, transita una serie de incertidumbres que lo conducen a una dialéctica contra su propio destino.

Hay como un estudio sociológico que se presenta en la obra de manera obsecuente con la que pelea Gombrowicz en la Polonia que tambalea entre el bolchevismo y el nazismo. Hay una crítica anticomunista esporádica, por momentos, centrada en la mirada sobre los campesinos que viven y trabajan para los tíos burgueses del protagonista. Los aspectos más tradicionales de la sociedad polaca de los años 30 conforman el aglomerado en el que el protagonista busca allanar su camino, aunque el mismo Gombrowicz se halla encargado de asegurar que su novela no intenta reflejar lo que se vivía en su país por aquellos años.

Y lo estético es tal vez lo más atractivo. Gombrowicz, con su primera obra, se convierte en un gran escritor vanguardista que llega a la Argentina con un texto que sorprende, que indaga en los ejercicios poéticos de la época y les dice a los demás cómo hay que escribir. Es como la sombra de Macedonio Fernández. Gombrowicz escribe lo que Macedonio prologa en sus museos. Ya no es Borges que viaja a Europa y trae lo que allá ya no se usa, pero traducido. Gombrowicz trae lo original y lo nuevo y es fuente de inspiración literaria para Sábato, Marechal, entre otros.

¿Cómo puede venir un gringo a decir que Borges aburría? Al polaco le gustaba provocar y sin la provocación no hubiera podido escribir Ferdydurke, ni Trasatlántico ni mucho menos Pornografía. Piensa, al criticar al autor de “El Aleph” que, a diferencia suya, a Borges le falta calle mientras que él escribe porque vive, “lo mío es antiliteratura” dice. No concuerdo con esta afirmación aunque, como el polaco posiblemente no encontró otro vocablo para describir lo que hacía, usa ese cuando quiso decir quizás “otra forma de hacer literatura” que es lo que termina realizando efectivamente.

Cuando llega a Tandil por primera vez, un grupo de jóvenes intelectuales va a su encuentro sin saber muy bien de quién se trataba. Salvo Jorge “Dipi” Dipaola que, cuando el polaco le dice su nombre, el escritor tandilense expresa asombrado “¡Ferdydurke!”, que es como decir “Maradona” o “Gardel” cuando un argentino visita otras tierras.

Veinte años antes, y Gombrowicz hubiera llegado a ser un intelectual anarquista que venía a organizar a la prole. Pero fue contemporáneo de otra época: de guerras, stalinismo, preperonismo y golpes. Nos trajo Ferdydurke, y tal vez sin ella hubiera sido imposible entender cómo funcionan los mecanismos más sensibles del lenguaje.

Ferdydurke tapa