Algunos bergs sobre «Cosmos», de Andrzej Żuławski

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Algunos bergs sobre «Cosmos», de Andrzej Żuławski

Ayer, varios de los integrantes de este Congreso Gombrowicz fueron al BAFICI a ver Cosmos, la última película de Andrzej Żuławski. Por acá, Marcos Urdapilleta escribe sus primeras impresiones de la adaptación.

En una de sus primeras cartas a Jean Dubuffet, Witold Gombrowicz le recomienda la lectura de sus propios Diarios: “encontrará usted allí un aspecto más racionalizado de mí”, le dice. Creo que Cosmos, su última novela, es parte de un arco (el conjunto de su obra de ficción) que, aunque sin llegar nunca del todo, tiende a esa racionalidad, a esa especie de totalidad algo madura que son los Diarios. Si se trazara una línea que empiece en Bacacay y termine en Cosmos, uno podría ver que hay una cierta progresión, cierta maduración (¿involuntaria?) en los libros de Witoldo. Y Cosmos estaría al final de esa línea: es un texto más claro, más acotado y en cierta medida más preciso. Una novela que ya no busca tanto la exploración formal, como las anteriores, sino más bien algo así como la explotación de una tesis.

Żuławski consigue revertir esa línea de maduración. Como si pudiera invertir la secuencia, o como si pudiera madurar hacia la infancia, inmadurar las cosas, reinterpreta Cosmos y consigue un manifiesto de lo ferdydurkista. Toma el tablero y lo invierte: ahora lo que estaba llegando al final de una línea, lo que se estaba agotando, toma el impulso de lo novedoso, de lo que recién arranca. Żuławski vuelve a los orígenes gombrowiczianos, y de la mejor manera: en términos formales.

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La auto-referencialidad es uno de esos giros formales. Un agregado muy inteligente de la adaptación es que el personaje de Witold escribe, en gran medida, la misma historia que está protagonizando. Y la escribe al mismo tiempo que la actualiza, no solo porque escribe en un notebook último modelo, sino porque eso, escribir con una distancia temporal que lo separa de la acción de la novela y del propio Gombrowicz, le permite al personaje, y por lo tanto a la película, hablar con irreverencia witoldiana de Gombrowicz y de sus formas. Es verdad que eso es algo que se ve en la novela: la conformación de una historia, de una realidad, que se hace a sí misma. Pero en la película eso se exacerba, se lleva un poco más lejos, y es esa exacerbación lo que recuerda a las primeras instancias de lo gombrowicziano.

El argumento es esencialmente el mismo: dos amigos, Fuks y Witold, llegan a una casa de campo escapando de sus compromisos en la ciudad y en el camino a lo que van a ser unos días de reposo encuentran un gorrión ahorcado, el primero de una serie de ahorcamientos absurdos e inquietantes. La particularidad de la adaptación está en que pone el acento sobre lo absurdo, sobre lo ferdydurkiano, lo berg-bergiano tiruliruliano. El resultado es una película que incomoda, y que lo hace muy bien.

https://www.youtube.com/watch?v=baa8FIsVx74